Cuando surgieron los movimientos del 15M y Occupy Wall Street, parecía como si la izquierda antiimperialista hubiese olvidado de pronto que aquellos mismos medios “alternativos” que en ese momento estaban prestando todo su apoyo y cobertura mediática al movimiento indignado, habían guardado pocos meses antes un más que sospechoso silencio acerca de la estrecha conexión entre la denominada “primavera árabe” y la orquestación por parte de la CIA y el gobierno de EEUU de la desestabilización de Oriente Próximo mediante el uso de ONGs y las redes sociales en lo que en aquel momento empezaba a conocerse como una nueva generación de “revoluciones de colores” que ya habían ocasionado tan fecundos resultados en los Balcanes y Europa del Este diez años atrás.
En realidad, los argumentos en favor de ese olvido “premeditado” eran tan claros como simples: si el 15M y Occupy Wall Street eran movimientos sociales que se identificaban claramente con la izquierda más antisistema y antiimperialista, entonces era de cajón que tanto el apoyo como la cobertura mediática ofrecida por medios “alternativos” como el Huffington Post, Adbusters o Global Voices a los indignados que acampaban en la plaza Sol y en el Zuccotti Park, no eran sino la indiscutible confirmación de que tales medios, a pesar de todo, seguían manteniendo su compromiso con los valores clásicos de la izquierda.
Pero tras la invasión de Libia y la desestabilización de Siria, si algo bueno ha tenido el conflicto de Ucrania es que ha servido para que finalmente podamos poner a cada uno en su lugar. Porque cuando a alguien supuestamente “progre” se le sorprende manteniendo su apoyo a un golpe de Estado de claro corte fascista como el de Kiev en 2014, entonces se hace evidente que no se trata de una ceguera fruto de la desinformación, sino que estamos ante un manipulador nato. Así, a medios como a el País o a periodistas como Santiago Alba Rico se les ha caído su careta progre mostrando su verdadera faceta al servicio del imperialismo, dado su público e incondicional apoyo tanto al Euromaidán como al gobierno golpista y fascista que sobrevino después. Pero como vamos a mostrar en este artículo, el problema es que los “infiltrados” dentro de la izquierda antiimperialista son más, muchos más de los que en un principio podríamos imaginar.
Sin embargo, al mismo tiempo que ocurría esto, comenzó a surgir un nuevo paradigma dentro de la izquierda que, como veremos, no es menos erróneo: éste ha consistido en dividir las revoluciones del siglo XXI en “buenas” y “malas”. Así, los movimientos del 15M y Occupy Wall Street se corresponderían con las revoluciones “buenas”, “espontáneas”, y que por supuesto todavía hoy representan la vertiente más en auge de una izquierda antiimperialista que aún tiene mucho que decir en el siglo XXI. En cambio, en el otro extremo se hallarían los movimientos revolucionarios “malos”, “no espontáneos”, que serían el producto de la mano negra de EEUU en su versión más agresiva e imperialista: los movimientos de Euromaidán, Venezuela o Hong Kong serían ejemplos de esta categoría.
Uno de los responsables directos de que semejante paradigma haya triunfado, además de la consabida propaganda occidental, es el sectarismo un tanto acrítico que es típico de la izquierda, lo que lleva a muchos de sus miembros a apoyar a uno u otro bando movido más por sus prejuicios, producto de sus inclinaciones ideológicas, que de una reflexión madurada y de un análisis concreto y coherente de los hechos.
Por todo ello es muy necesario, incluso indispensable, que abandonemos por una vez los clichés ideológicos que gobiernan nuestra psique, el cual es un hándicap que suelen aprovechar muy bien los poderes globalistas que manipulan nuestra conciencia, y empecemos a someter a crítica los hechos a través de la lógica y el sentido común. Quizá sólo así podramos descubrir que detrás de las anomalías que veníamos detectando en un amplio sector de la izquierda antiimperialista, y a las que no quisimos prestar la suficiente atención en su debido momento, se esconden claves reveladoras que una vez sopesadas y asimiladas en toda su dimensión, supondrán un cambio radical a nuestra comprensión de la situación actual del mundo.
Así que empecemos a desenmascarar a estos agentes del Imperialismo, para conocer quién es quién en esta Historia. Empecemos nuestra andadura en la génesis de uno de los pilares básicos de la izquierda contemporánea: el movimiento Occupy Wall Street.
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